La higuera
Mi abuela -María-
vivía lejos
en una casita con calles de tierra
en Villa Luzuriaga.
El frente era de piedra
y las paredes del patio de atrás
estaban cubiertas
por una gran higuera.
Mi madre odiaba un poco
a mi abuela María
mi padre la protegía
porque estaba sola.
Mi abuela -María-
la de ojos saltones y verdes
empotrados en un rostro dorado
por el sol.
La que se parece un poco a mí.
La del jardín donde sembraba flores.
De tanto en tanto
cuando la visitábamos
me armaba un ramo
de conejitos blancos y amarillos
y yo era feliz
haciendo hablar a las flores.
Ibamos algunos domingos
-de tanto en tanto-
callados
en el auto con mis padres
-y se tardaba tanto en llegar-
Desde las ventanillas podían verse
dos enormes villas "miseria"
yo me ponía triste
y no entendía.
Ahora
el sabor de los higos de
de la casa de mi abuela
habita en los labios mudos
de mi padre.
Esos higos que a él le encantaban
y mi madre odiaba
un poco.
Esos higos vistosos
que yo nunca -no sé porqué-
pero nunca
me atreví a probar.
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