El otoño de las manos
Mis manos están cansadas y frías.
La soledad es también un poco tener frío.
Mis manos evocan el desamparo, un deshabitar el amor que ya se hizo costumbre.
Pero mis manos son rebeldes. No obedecen las razones que les doy. Me desobedecen e insisten; no se rinden.
En su andar se chocan con otras manos, desconocidas, que sin embargo encajan a la perfección con las mías.
Comienza entonces un entendimiento a cuatro manos. Los dedos conversan, se entrelazan, se entienden, se seducen. Se cuentan historias y secretos.
Trepan las sensaciones hacia los cuerpos, hacia el cuerpo de esas manos ajenas y hacia mi cuerpo.
Por un momento se entrecruzan temores y resistencias que pronto se esfuman y es tan intenso el encuentro de la piel que el espejo gastado nos devuelve ahora el reflejo de la firme unión de nuestro abrazo.
Sopla una brisa de hojas amarillas.
Me susurra que nunca fue tarde para el amor.
Camino liviana y de a dos por el parque.
El silencio de mis manos se quebró para ya no volver.
Leído en CaUsa Espacio de Arte, Jornada Multidisciplinaria del 22 de Setiembre de 2023, acompañada en teclado por Claudio Sánchez.
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