Infancia

 Me envuelve un desvarío de huellas

el pasillo largo

deshace las ausencias.

Me embriago con el sabor a barrio

a calles tranquilas, a veredas amplias.


Enfrente la profesora de piano

a la vuelta la modista.

Unos pasos más allá

la casa blanca

la de mi abuela.


Creo oír como ecos

la risa de mis hermanos.

Cercanas las voces de mis primas

inaugurando el juego.

La soga, el elástico, las tizas 

el ruido metálico 

de mis cacerolitas


Alguna que otra esquina

me devuelve sensaciones olvidadas.

El almacén y la emoción del

del chocolatīn suchard.

Mis galles favoritas, provocativas

detrás del ojo de la lata bermellón.


Casa de la niñez.

Casa del hombre llegando a la luna

de la tele blanco y negro.

Del ángel guardián

y el hombre de la bolsa

batiéndose a duelo.


Del abrazo de la muñeca tejida

apretada entre mi brazo y la almohada

las noches de miedo.


En el fondo un cantero de flores

acaricia tibiamente mis ojos.


Parece, puedo tocar

el aroma de la infancia

escapar de las ollas en la cocina.


Parece, puedo ver 

recortarse en el cielo

la ropa blanca colgada al sol.


Una lagrima de emoción

se desliza al recordar

la mirada de mi madre

callando alegrías y penas.


Un suspiro hondo 

acompaña el recuerdo 

de la voz de mi padre

al llegar del trabajo

con palabras como campanas

abrazándonos.

                                


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